8 de Abril de 1981
8 de Abril de 1981
OTOÑO
En el otoño, cuando los frutos abandonan los árboles que los hicieron nacer y se arrojan al suelo…
En el otoño, cuando las hojas verdes pierden su lozanía y dejan de alimentar a la planta con su metabolismo de néctar etéreo de las radiaciones solares, y la abandonan…
En el otoño, cuando los pájaros emigran a nuevos parajes, poniendo el silencio y la tristeza en torno a los árboles que los recibieron durante las buenas estaciones, solamente para oír el canto alegre y festivo, y sin pedir nada más…
En el otoño, cuando la propia tierra, que se benefició con su sombra refrescante, se vuelve seca y árida, negando el alimento…
En el otoño, cuando todos aquellos que lo admiraron y se aprovecharon de su belleza también lo abandonan, el árbol se mantiene vivo y sereno. No se desanima y espera. Conoce su misión y no se desespera. No odia ni se venga. Sabe que a la humillación sobrevendrá la exaltación, y por eso, espera con soberbio Coraje al invierno que habrá de cubrirlo con nubes grises y embarradas de humillación, en una tentativa final de destruirlo.
Pero en su savia corre el Espíritu de lo Eterno, y él eso lo sabe bien, tiene conciencia. Y en una actitud pasiva y resignada, entiende lo efímero de los tiempos.
Entonces, pasados estos, ve nacer un brote en su rama más distante, como anunciándole las recompensas por semejante Coraje. Es la primavera que surge.
Y nuevamente, la tierra le vuelve a dar el alimento, las hojas retornan con su verde de Esperanza, los pájaros vuelven a hacer nidos en sus ramas, las flores y los frutos a adornarlos y, finalmente, las personas a admirarlos. Es la gloria que, a pesar de pasajera, es demasiado noble para ser despreciada.
En las estaciones de otoño, sepa imitar al árbol.