20 de Noviembre de 1981
20 de Noviembre de 1981
Hace poco estaba diciendo que algunas personas –me gustaría que incluso meditasen sobre eso– cuando son niños, pronto descubren que para no sufrir van a tener que adquirir poder. Entonces, en el fondo, todo ser humano quiere el poder, el poder para poder Tener.
Pero además de eso, parece que el poder lleva al individuo a una cierta seguridad, tal vez una autodefensa. El individuo, cuando se siente poderoso, se siente cercado, y parece que esto le confiere seguridad. Él quiere defensa en el sentido de la propia vida y de la individualidad que reconoce en sí mismo: él quiere el poder.
Y entonces algunos optan por el poder cultural, porque así se sentirán protegidos, no por la cultura en sí, sino por lo que la cultura confiere a las personas.
¿La cultura les confiere prestigio a las personas? Entonces él va en busca de la cultura, de aquello que le confiere el poder que adviene del hecho de tener cultura.
Pero él también percibe algo muy importante: que el poder obtenido, en ese caso por la cultura, solo comienza a manifestarse cuando comienza a distribuir aquello que él consiguió: la cultura; porque de lo contrario, tiene cultura y se siente solo. Siente que tiene el poder, pero el poder todavía no se manifiesta. Solo comienza a manifestarse en el momento en que él comienza a distribuir cultura. A partir de ahí, se ve rodeado de personas, gana prestigio. Entonces él ve que existe. Con ese poder, él dice: “Yo soy alguien”, porque los otros lo reconocen como alguien útil y necesario. Y entonces él adquiere ese poder y dice: “¡Soy un hombre autorealizado!”.
Otros buscan poder por el dinero; él cree que solo la cultura no es suficiente. Entonces sale en busca de dinero. En un momento, se ve lleno de dinero, pero no siente el poder; al contrario, él incluso es rechazado, es conocido como avariento, avaro. Él se queda preocupado.
Un día ocurre la experiencia del Dar. Aquello da poder. Él comienza: ayuda a una familia, a un vecino, a un amigo, y él, con todo el dinero, comienza a descubrir que es vaciando el tarro, que dando es como él comienza a sentir el real poder. O sea, comienza a sentirse rodeado de personas. Dentro de él, hasta sabe que ellas están dispuestas a seguirlo. Él está, al distribuir, en cierta forma pagando para Ser, para existir, para que los otros lo reconozcan como existente. Entonces él dice: “¡Estoy autorealizado, tengo como testigos tantas personas que me siguen, que me piden consejos!”.
Unos por la cultura, otros por la cultura y por el dinero. Muchas veces para conseguir eso, pasan una vida entera en busca del poder. Trabajan, trabajan, trabajan para el dinero y después, distribuyendo, lo tendrán. O estudiando, o trabajando, pasan 30, 40 años de la vida para conseguir ese poder, para después sentarse en el trono del poder y sentirse realizados, admirados por los otros, queridos por otros, ejerciendo una atracción, aunque sea externa.
Nosotros aquí en PRÓ-VIDA tenemos algo diferente. La gente que está con nosotros desde hace tres años, cuando para y se posiciona, inmediatamente verifica esto. La gente más antigua. En solo tres años consiguieron ser admirados por los hombres, no solamente aquí, sino en cualquier lugar que estén. Es incluso un problema: ¡cuando hablan crean un estado embriagante! ¿A quién no le gusta oírlos?
Hay una seguridad dentro de ellos, porque no es el dinero, la ropa linda, las joyas que llevan que crean ese poder. No son los valores externos, y sí los valores internos. ¡En tres años! Con una gran ventaja: no tuvieron que pasar por el proceso de la experiencia, aquellas que desacreditan al hombre. Y ellos, sin tener que engañar, sin tener que pasar por eso, teniendo una vida limpia, plenamente limpia, van consiguiendo todo aquello que el hombre puede desear. ¡Poder!
¿Qué más puede desear el hombre en la faz de la Tierra que ser admirado por sus semejantes, sirviendo como punto de motivación y, aún sin tener dinero, tener todo lo que la materia confiere?
¿Será que es así? ¡Claro que sí! Puedo citar a uno de ellos. Él no tiene casa en la playa, pero recibe más de una invitación por día para pasar unos días en la casa de aquellos que lo oyen. Él no tiene una estancia, pero diariamente recibe invitaciones para ir a alguna. Él no tiene automóvil de lujo, pero tiene mucha gente que le ofrece un Mercedes: “¡Quédese un día con mi auto para dar un paseo!”. No tiene barco, pero siempre lo invitan para ir a navegar. ¿Qué más puede querer un hombre en la faz de la Tierra? Querido por todos. Tener todo lo que la materia puede dar. Tener seguridad dentro de sí – ¡todo eso en solo tres años! Y pensar que puede incluso ser, si quisieran, antes de tres años. ¡Todo puede ser en un instante!
Realmente, yo confío en el destino de PRÓ-VIDA, institución tal como es, porque los frutos recogidos hasta ahora son de primera calidad y denotan un sabor que solo los árboles aquí existentes, o este árbol, puede dar en tan poco tiempo. Si supiesen todos ustedes sentir, apreciar, ver esto, tendrían ya dentro de ustedes la sensación de seguridad que se tiene cuando se está en el camino cierto para el destino, para el propósito que se anhela.