19 de Septiembre de 1980
19 de Septiembre de 1980
Muchas personas pasan frente a un castillo. Allá adentro hay una fiesta. Muchos pasan por delante. Las puertas están abiertas y muchos no entran, prefieren quedarse en la calle. Y es por saber eso que las personas dejan las puertas del castillo abiertas.
Si analizamos por qué las personas no entran, se llega a un gran secreto y, como es secreto, no se puede decir por qué las personas no entran al castillo.
Algunas personas hablan, otras escuchan; algunas personas escriben, otras leen. Sin embargo, ni el que habla, ni el que escribe consigue transmitir lo que dijo o lo que escribió. Tal vez eso signifique que no siempre sirve leer lo que se escribió ni oír lo que se habló.
Las personas que andan en la calle, que pasan por el castillo cuyas puertas están abiertas, son aquellas que leen y oyen. Y por el hecho de leer lo que está escrito y oír lo que fue dicho, no significa, necesariamente, la recepción del mensaje por los órganos de la visión y de la audición. Así, aquellos que pasan por la calle tampoco ven necesariamente que hay una fiesta en el castillo y sus puertas están abiertas. Por eso no entran.
(…) En la superficie está lo profundo y en lo profundo está la superficie. Es una cuestión de inversión. Pero ni en la superficie ni en lo profundo está contenida la Verdad: ella está en el equilibrio. Es el punto del medio.
Es por eso que un día no habrá bello y feo: habrá más bello, más bello, más bello… infinitamente más bello; y del otro lado, menos bello, menos bello… infinitamente menos bello. Y las palabras que dan razón de ser a la analogía de los contrarios desaparecerán de las mentes de aquellos que habiten el mundo del equilibrio. Ese día, una flor será siempre una flor y todo será Paz, corolario del punto donde usted se encuentra.
Recorra la distancia y sepa parar exactamente en el punto de equilibrio.