Los Reyes Magos
“Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del Oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.”
Mateo 2: 1-2
“Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño”.
Mateo 2:9
Así está descripto en el Evangelio de Mateo (y solo en el de él), la visita de los reyes magos al niño Jesús, habiendo sido guiados desde Persia hasta Belén por una misteriosa estrella que brillaba en el cielo, incluso de día.
Dos misterios surgen del relato de Mateo: ¿quiénes eran esos reyes magos? ¿Y qué estrella sería aquella de Belén?
En cuanto a los reyes magos, dicen los historiadores que eran los sucesores de los sabios caldeos de Babilonia, famosos por sus predicciones de adivinación, su sabiduría y sus grandes conocimientos astronómicos.
En la época del nacimiento de Cristo, era probable que los magos fuesen consejeros astrológicos del reino de Partia, también en la antigua Persia, actual Irán, adeptos del zoroastrismo, una de las primeras religiones monoteístas, y que eran también conocidos como “los adoradores del fuego”.
Relato de Marco Polo
sobre los Reyes Magos
Marco Polo, el mayor viajero de todos los tiempos, hizo un interesante relato sobre los reyes magos. Relata, en su libro de viajes que, cuando pasó por la ciudad de Sava (actual Saveh, en Irán), lugar de donde los reyes magos habrían partido, fue llevado por los habitantes de la región a conocer la tumba de los tres magos donde, incrédulo, verificó que los cuerpos estaban intactos, así como la barbas y los cabellos.
Relato de Marco Polo sobre los Reyes Magos
Marco Polo, el mayor viajero de todos los tiempos, hizo un interesante relato sobre los reyes magos. Relata, en su libro de viajes que, cuando pasó por la ciudad de Sava (actual Saveh, en Irán), lugar de donde los reyes magos habrían partido, fue llevado por los habitantes de la región a conocer la tumba de los tres magos donde, incrédulo, verificó que los cuerpos estaban intactos, así como la barbas y los cabellos.
Interrogando a los habitantes de la ciudad, Maro Poco supo que los tres reyes, al llegar al lugar del nacimiento del niño, decidieron entrar solos, uno por vez.
El más joven fue el primero en entrar y volvió estupefacto, porque lo que había visto era alguien parecido a sí mismo, tanto en la edad como en la vestimenta.
Cuando El segundo mago, de mediana edad, entró en la gruta, verificó lo mismo, o sea, alguien igual a él. Cuando fue el momento del mayor, sucedió lo mismo que les había ocurrido a los que lo antecedieron. Decidieron entrar los tres juntos y encontraron, entonces, al niño del tamaño y con la edad correspondiente a sus tres días de nacimiento.
Se postraron entonces delante de Él ofreciéndole oro, incienso y mirra. Los magos habían dicho que, si aceptaba solo el oro, el niño sería un rey terrenal; si fuese solamente el incienso, sería un dios y si tomara solamente la mirra, entonces sería un mago. Como el niño aceptó los tres regalos, los visitantes concluyeron que se trataba de Dios, de un rey terrestre y de un mago.
Al salir, también recibieron un regalo: un pequeño cofre que solo fue abierto cuando volvieron a su tierra natal. Y solo encontraron una simple piedra. Los magos sabían que aquella piedra tendría un significado oculto, pero como no llegaron a una conclusión, resolvieron tirarla en un pozo. Hecho esto, un fuego intenso descendió desde los cielos y penetró en el pozo. Los magos comprendieron, de esta forma, que no debieron deshacerse de la piedra que poseía poderes mágicos. Comprendieron también el significado de la piedra que les decía que fuesen firmes y constantes en su fe. Los magos, entonces, capturaron el fuego que salía del pozo y lo llevaron hasta sus respectivos reinos y, cuando aquel fuego amenazaba con extinguirse, ellos volvían al pozo para abastecerse del fuego sagrado que ardía infinitamente.
¿Qué estrella sería aquella de Belén? ¿Un meteoro o meteorito? ¿Un cometa? ¿Un cometa o una supernova?
El origen de la Navidad
En Roma, la primera referencia al Natale Domini (Navidad del Señor) se remonta al año 336.