Nacimiento
Prodigioso
Este relato tiene como origen un pueblo, con pocas y sencillas casas, perdido entre las colinas de Galilea, donde vivía una familia que había llegado recientemente de Egipto. Casi nadie de aquella época sabía de su existencia, tan pequeña era la importancia de ese lugar. Con el paso del tiempo, sin embargo, se volvería extraordinariamente conocido: Nazaret. La familia era modesta y tenía un solo hijo, a quien dieron el nombre de Jesús, que significa la “salvación de Dios”.
Nacimiento
Prodigioso
Este relato tiene como origen un pueblo, con pocas y sencillas casas, perdido entre las colinas de Galilea, donde vivía una familia que había llegado recientemente de Egipto.
Casi nadie de aquella época sabía de su existencia, tan pequeña era la importancia de ese lugar. Con el paso del tiempo, sin embargo, se volvería extraordinariamente conocido: Nazaret. La familia era modesta y tenía un solo hijo, a quien dieron el nombre de Jesús, que significa la “salvación de Dios”.
Empezamos retrocediendo un poco más en el tiempo, según relatan los antiguos manuscritos de las doce tribus de Israel, cuando vivía en Jerusalén, un hombre muy religioso y temeroso de Dios llamado Joaquín. Sin embargo, vivía triste, pues ya con una edad avanzada, él y su esposa Ana, no pudieron tener descendencia.
La buena mujer vivía sollozando por los rincones, siempre caminaba por el jardín de la casa desesperada y rogando al Señor:
“Tú sabes el voto que hice cuando me casé. Si me hubieses concedido un hijo o una hija, te lo habría ofrecido a ti en tu Santo Templo”. (*1)
Fue entonces que un ángel de Dios se presentó ante ella y dijo:
“No temas Ana, ni pienses que es un fantasma lo que tienes delante de tus ojos. Soy un ángel que presenta tus oraciones ante Dios. El Altísimo determinó que tengas un descendiente, objeto de admiración por todos los siglos hasta el fin”. (*2)
Pocos días después, Ana notó los signos típicos del embarazo, para alegría de Joaquín.
Los días pasaron pacíficamente y Ana cumplió su tiempo de gestación. Sin dificultades, dio a luz una radiante y magnífica niña. Era necesario elegir un nombre, pero no encontraban ninguno que les satisficiera. Después de unos días, Joaquín y Ana fueron visitados nuevamente por un ángel y este les indicó que el nombre de la niña sería “María”, que significa exaltada por Dios.
María se iba fortaleciendo cada día y, cuando cumplió tres años, Joaquín y Ana quisieron honrar la promesa y la llevaron al Templo. Al llegar al recinto del santuario, entregaron a María al sumo sacerdote, para que viviera entre el grupo de vírgenes de la familia de David, de la tribu de Judá, y allí permaneciera sirviendo a Dios hasta la edad de convertirse en mujer. María se acercó a la fachada del Templo y subió tan rápidamente que no tuvo tiempo de mirar atrás y despedirse de sus padres.
Cuentan las historias que ella era firme e inalterable en sus propósitos y que su ánimo se mostraba siempre igual. Nadie ha oído jamás de ella una palabra fuera de tono, ni un murmullo o desprecio.
Cuando las niñas del Templo cumplían 12 años, eran consideradas con edad para casarse. Debían regresar a su casa para ser entregadas en matrimonio, según la costumbre. Todas las doncellas se sometían pacíficamente a esta costumbre, menos María, que insistió en permanecer estudiando la Ley y se negaba a casarse, pues quería que su vida estuviera totalmente dedicada a servir al Señor. Meditaba sobre los textos de los profetas y, cada día, conocía mejor los secretos de la Torá. Este modo de actuar era inusual para una mujer en Israel.
Pasados unos años, los sacerdotes se preguntaban: “¿Qué haremos con María?”. Fue cuando el sumo sacerdote se acercó una vez más a orar y consultar a Dios, que se escuchó una voz profunda y potente venida del cielo:
“Se cumplirá la profecía que vaticiné por boca de mi siervo Isaías: Nacerá un brote de la raíz de Jessé y una flor nacerá de su tronco. Y reposará sobre ella el Espíritu del Señor”. (*3)
Sin embargo, no entendieron bien lo que eso significaba. Según los relatos, la ayuda vino de Zacarías (padre de Juan Bautista), que también era sacerdote y estaba casado con Marta, prima de María. Le pide nuevamente a Dios una indicación más precisa. Entonces, apareció un ángel del Señor y dijo estas palabras:
“Sal y reúne a todos los viudos de la tribu de Judá. Que cada uno traiga una vara, y mostraré con una señal portentosa a cuál de ellos he decidido entregar a María”. (*4)
Y allí estaba, en medio de un gran número de viudos, uno llamado José, de edad avanzada, de la casa y la familia de David. De un matrimonio anterior había tenido hijos e hijas: cuatro hombres y dos mujeres. (*5) Entristecido por la muerte prematura de su esposa, nunca quiso volver a casarse. El sacerdote pidió la vara de cada uno, hizo con ellas un manojo y entró en el Templo.
Durante toda la noche, los sacerdotes permanecieron orando y afuera, en el atrio, los viudos también oraban. A la mañana siguiente, el sacerdote tomó las varas y las fue devolviendo a sus dueños, pues en todas habían hecho una marca. No pasaba nada. La señal divina era esperada ante la mirada de todos. Pero cuando José tomó la última vara, muy seca, he aquí que en ella brotó una flor admirable, cuyo perfume, incluso al aire libre, inundaba todo el lugar. (*6)
Al mismo tiempo, cuando extendió la vara, pareció salir de ella una bellísima paloma, más blanca que la nieve. Después de aletear un poco sobre el Templo, fue a batir sus alas sobre la cabeza de José. Entonces el sacerdote exclamó:
“¡Te cabe a ti la suerte de desposar y recibir en custodio a la virgen del Señor!”
José, aunque un poco reacio, se inclinó, tomó a María y se fue a casa. Y comenzaron los preparativos para el casamiento, según la costumbre judía.
En Nazaret, María se ocupaba de las tareas domésticas. José tuvo que ausentarse, porque tenía varias obras fuera de la aldea, especialmente en Cafarnaúm. Un día como cualquier otro, un ángel de Dios se presentó ante ella con un claro aspecto físico, el lugar se inundó de una luz extraordinaria y la saludó con extrema amabilidad en los siguientes términos:
“¡Dios te salve, María! No temas: el Señor está contigo y serás bendecida, más que todas las mujeres y todos los hombres hasta los días de hoy”. (*7)
“No tengas miedo, María, has encontrado gracia a los ojos de Dios por haber elegido el camino de la castidad. Por eso, concebirás y darás a luz un hijo”. (8*)
Entonces María se atrevió a preguntarle directamente sobre la duda que perturbaba su corazón:
“¿Concebiré en virtud del Dios vivo y daré a luz como las otras mujeres?”
A lo que el ángel respondió:
“No será así, María, el poder del Señor te cubrirá con su sombra. Concebirás por su palabra y el hijo de tu vientre será llamado Hijo del Altísimo”. (*9)
En Nazaret, María se ocupaba de las tareas domésticas. José tuvo que ausentarse, porque tenía varias obras fuera de la aldea, especialmente en Cafarnaúm. Un día como cualquier otro, un ángel de Dios se presentó ante ella con un claro aspecto físico, el lugar se inundó de una luz extraordinaria y la saludó con extrema amabilidad en los siguientes términos:
“¡Dios te salve, María! No temas: el Señor está contigo y serás bendecida, más que todas las mujeres y todos los hombres hasta los días de hoy”. (*7)
“No tengas miedo, María, has encontrado gracia a los ojos de Dios por haber elegido el camino de la castidad. Por eso, concebirás y darás a luz un hijo”. (8*)
Entonces María se atrevió a preguntarle directamente sobre la duda que perturbaba su corazón:
“¿Concebiré en virtud del Dios vivo y daré a luz como las otras mujeres?”
A lo que el ángel respondió:
“No será así, María, el poder del Señor te cubrirá con su sombra. Concebirás por su palabra y el hijo de tu vientre será llamado Hijo del Altísimo”. (*9)
Pasaron unos meses y José vuelve a casa. María lo recibió con alegría y preocupación: ¿cómo iba a decirle lo que había pasado? José pronto notó que había algo diferente en su esposa y preguntó si había ocurrido algo. Como ella tardaba en responder, al observarla con más precisión, llegó a pensar que estaba embarazada. Pero, al fijar mejor la mirada, no le quedó duda. Sin decir nada, José se alejó de María y se fue a su habitación. Allí se cuestionó mil cosas, sin encontrar respuestas.
“Yo la recibí virgen del Templo y no supe cuidarla”.
José se lamentaba, se quejaba y daba rienda suelta a múltiples pensamientos, presa de la inquietud y la angustia, sin saber qué decisión tomar. Envuelto por todos estos conflictos, cansado del viaje que había hecho, exhausto de tanto pensar, cayó en un profundo sueño. Un ángel de Dios apareció en sus sueños y le explicó todo lo ocurrido.
Al despertar, José se sintió tranquilo y tomó la decisión de continuar al lado de su esposa. Transcurrido el tiempo normal de un embarazo, se acercaba la hora del parto. Fue entonces que César Augusto promulgó el decreto intimando a todo el pueblo que se registrase en la ciudad de donde procedía su familia. El decreto pretendía actualizar el censo. José se vio obligado a regresar a Belén con María, ya que ella también descendía de Judá. Preparó una asna, puso a María sobre su lomo, tomó al animal por las riendas e iba conduciendo por delante.
Belén queda a 150 km de Nazaret por el antiguo “Camino de los Patriarcas”, ruta comercial de la época. El viaje debió ser muy agotador para María, que estaba en avanzado estado de gravidez. Cuando ya se acercaban a la ciudad, María dijo:
“Ayúdame a bajar, José, porque el fruto de mis entrañas lucha por salir a la luz”.
José no tenía casa ni propiedades en Belén y la ciudad estaba llena de personas que habían venido para el censo.
Y, dando vueltas por la región, encontraron una gruta cerca del camino. La gruta tenía una entrada estrecha, pero después se ampliaba y había poca luz. Pero, en el momento en que María entró, el recinto se inundó de resplandor y quedó todo claro como si el sol estuviera dentro. (*10)
José dejó a María acomodada en compañía de Simeón (hijo menor de José) y salió en dirección a la ciudad en busca de una partera. Al principio, caminó a buen paso, pero, de repente, sintió que no podía avanzar más. Entonces, alzó los ojos al cielo y le pareció como si el viento estuviese estremecido de asombro. Giró la cara y miró hacia otro lugar del firmamento: todo parecía estático, y los pájaros del cielo, inmóviles.
José volvió su mirada hacia la tierra. El viento había dejado de soplar y las hojas en los árboles no tenían movimiento alguno. A lo lejos, vio a los trabajadores del campo en actitud de comer con sus manos junto a un recipiente. Pero, los que parecían masticar, en realidad, no masticaban; y los que parecían tomar la comida no la sacaban del plato… En otras palabras: durante algunos instantes, y sin saber por qué, todo el cursode la naturaleza se había interrumpido y el curso normal de la vida quedó suspendido. (*11)
José sintió que este fenómeno singular, la quietud universal, había durado solo unos instantes. Pasados esos momentos, pudo continuar su búsqueda. Pero he aquí que vio a una joven que bajaba por el camino directamente a su encuentro. Llevaba consigo unos paños y un taburete. José preguntó de inmediato:
“¿Hija, adónde vas con ese taburete?”
“Mi señora me envió” – respondió la joven – “porque en nuestra casa apareció un joven muy apurado y nos indicó el camino para asistir a un nuevo parto”.
Poco después aparece una anciana, que se identifica como Zeloni, y todos se dirigen a la gruta. Al entrar, la partera se encogió de miedo debido a la intensa y misteriosa luz en el interior de la gruta. Cuando se encontraron ante María, ella ya había dado a luz sola. (*12)
La partera examinó al niño y a su madre durante un tiempo. Ninguna mancha de sangre en el recién nacido, ningún dolor ni secuelas en la parturienta.
“Esto es maravilloso” – dijo ella -, “con razón la luz de esta gruta aumentó y el resplandor oscurece incluso la luz del sol. ¡Qué intensa y dulce claridad, qué perfume y aromas suaves! Esta luz vino a nosotros como el rocío desciende de los cielos a los campos. Su aroma es más penetrante que el perfume de todos los ungüentos de la Tierra”. (*13)
Además de los fenómenos ya mencionados, apareció en el cielo una estrella, nueva y resplandeciente. Estaba lejos y muy alto, pero parecía expandir sus rayos precisamente sobre la gruta. Los vecinos de la región afirmaron que nunca había visto en su vida algo
semejante.
Algunos hombres espiritualizados de Jerusalén, que tenían el don de la profecía, se preguntaban si no podía ser esa la señal del nacimiento del Mesías, que cumpliría definitivamente las promesas hechas por Dios a Israel: “El pueblo que caminaba a oscuras vio la luz intensa; sobre los que vivían en tierras de sombras, brilló la luz”. (*14)
Los pastores no tardaron mucho en acercarse llevando ofrendas, leche fresca y queso. Entraron con el permiso de José, adoraron al niño y saludaron respetuosamente a la madre. Encendieron un fuego afuera y allí permanecieron por algún tiempo extasiados de alegría.
Simultáneamente, los ejércitos celestiales se dejaron ver, loando a Dios. Y aquella cueva parecía como un templo para un mundo sublime, pues las lenguas del Cielo y de la Tierra se unieron para exaltar a Dios por el prodigioso nacimiento de ese niño. (*15)
Trechos extraídos de la obra de:
PIÑERO, Antonio. O outro Jesus, segundo os Evangelhos Apócrifos. 1ª Edição. São Paulo (Brasil): Mercuryo, 2002.
(*1) Evangelho Pseudo-Mateus, 2,2
(*2) Nascimento de Maria, 4,1
(*3) Isaias, 11,1
(*4) Proto-evangelho de Tiago, 8,3
(*5) História de José o Carpinteiro, 2,1
(*6) Nascimento de Maia, 7,4
(*7) Lucas, 1,28
(*8) Nascimento de Maria, 9,2
(*9) Lucas, 1,31-32
(*10) Evangelho Pseudo-Mateus, 13,2
Livro da infância do Salvador, 65
(*11) Proto-Evangelho de Tiago, 18,2
Livro da infância do Salvador, 65
(*12) Livro da Infância do Salvador, 71
(*13) Livro da Infância do Salvador, 73
(*14) Isaias, 9,1
(*15) Evangelho Árabe da Infância, 4,1
Links:
Colinas da Galileia – https://interno.provida.net//noticia/72023
Doze tribos de Israel – https://interno.provida.net/noticia/71809
Fachada do Templo… – https://interno.provida.net/texto/90501
Mas quando José pegou a última vara,…- https://interno.provida.net/texto/90502
Anjo de Deus se apresentou a ela – https://interno.provida.net//noticia/71878
Anjo de Deus apareceu em seus sonhos – https://interno.provida.net/noticia/71910
No Céu uma Estrela – https://interno.provida.net//noticia/72034
