¿Qué sonido es ese?
¿Qué sonido es ese?
Al amanecer, una abeja yateí sale de la colmena en busca de su alimento. Es primavera, y un vasto bosque florido se presenta. En su viaje, vuela entre los árboles, las hojas y llega a las flores. Entre las innumerables diferencias que le ofrece la naturaleza, la abeja elige una, se posa y disfruta de su néctar.
A cambio, la yateí ofrece su pelo como una estructura de fijación del polen de esa misma flor para realizar su viaje de fecundación, la polinización. De la observación de esta danza tan sutil, de tanta importancia para la continuidad del Ciclo de la Vida, queda una pregunta: ¿por qué la abeja eligió una flor entre tantas otras?
El proceso de evolución llevó a las flores a adoptar estrategias para atraer a los insectos, a través de sus colores, formas y olores. Este es un tema muy estudiado entre los investigadores del asunto. Sin embargo, según un estudio realizado por la Universidad de Tel Aviv (Israel), hay un dato nuevo con potencial interferencia en la elección de nuestra abeja: las plantas emiten sonidos.
Esta investigación constató que los vegetales son capaces de emitir ondas sonoras entre los 20 y los 150 kHz. Esta variación puede suceder dependiendo de la situación vivida (la falta de agua, por ejemplo, puede hacer que una planta “grite”). Los investigadores también cuentan que los animales son capaces de captar estos sonidos emitidos por las plantas. Posiblemente, las abejas también elijan donde posarse o no en una flor, de acuerdo con las ondas de sonido emitidas por esta.
Después de todo, ¿qué sonido es ese?
El sonido es ciertamente un fenómeno omnipresente en nuestras vidas. El sonido del habla, del movimiento de todos los cuerpos (cuerpos humanos, automóviles, aviones, trenes…), de la música, los sonidos del agua, del viento. Técnicamente, el sonido es una onda capaz de propagarse por el aire y por otros medios a partir de la vibración de sus moléculas.
Si pensamos en términos de audición y codificación, los sonidos son captados, procesados y “entendidos” (percibidos) básicamente por nuestro aparato auditivo, estructurado a su vez en impulsos eléctricos interpretados por nuestro cerebro. También está la percepción del sonido por su vibración en nuestro cuerpo, brazos, piernas y tronco.
Existe algo llamado “espectro audible”, o sea, la banda de frecuencia sonora que el oído humano puede captar, que oscila aproximadamente entre los 20 Hz y los 20.000 Hz. Por debajo o por encima de estos límites tenemos, respectivamente, los infrasonidos y los ultrasonidos.
Animales como los perros, gatos, ratones, búhos, abejas y murciélagos captan sonidos en una banda de frecuencia mucho más amplia en comparación con los humanos. Evidentemente, cada animal posee un sistema de audición único y complejo, que le permite captar e interpretar diferentes frecuencias sonoras.
Pero, volviendo al principio, dijimos que la abeja yateí eligió una flor y se posó. Tal vez, el lector se haya preguntado qué flor eligió. La respuesta es: prímula nocturna. Elegimos esta flor para ilustrar nuestro texto porque, en otra investigación realizada por la misma Universidad de Tel Aviv, se constató que la prímula nocturna también tiene la capacidad de oír.
Los estudiosos probaron diferentes frecuencias de sonido, pero solo la similar al sonido emitido por las abejas generó una reacción en la flor. Como sea, cuando oye que una abeja se acerca, ¡aumenta la producción de azúcar en su néctar en hasta un 30%! Y, de esa forma, consigue crear un atractivo para las abejas.
Más recientemente, el sonido ha sido estudiado en relación con cuerpos hasta ahora ignorados como productores de alguna sonoridad. De hecho, si la idea misma de vivir y experimentar un universo vibrátil no es nueva, concebir tales vibraciones como impulsos sonoros parece ser una conclusión muy natural, y también extensible a los seres vivos en general.
Las plantas ciertamente emiten sonidos, expresan sentimientos y reaccionan a situaciones. Por lo tanto, componen su propia sinfonía, que no necesita ser decodificada en notas musicales humanas, así como no necesitan tal traducción los sonidos de los animales, de los minerales, de los planetas y otros seres vivos.
De todos modos, al estar en contacto con la naturaleza, procure ajustar su sensibilidad para captar estas sutiles vibraciones, cuyo tenor puede ampliar también sus propias percepciones, no solo del medio en que está, sino también de sí mismo.
Colaboración de André Luís S. Cezaretto y Antonio Celso B. Minhoto.
Referencias:
https://www.researchgate.net/publication/332717209_Sound_perception_in_plants/citation/download
https://www.wired.com/story/plantwave-music/
https://www.nationalgeographicbrasil.com/ciencia/2019/01/flores-podem-ouvir-o-zumbido-de-abelhas-e-deixar-seu-nectar-mais-doce
https://www.bbc.com/portuguese/geral-50789761