Todos Somos Uno
Todos Somos Uno
¡Atención! ¡Atención!
Un… dos… tres… ¡YA!
Lo que era una, se hizo dos.
Un… dos… tres… ¡YA!
Dos ya son cuatro.
Un, dos, tres y …
Así se puede describir el inicio del desarrollo del cuerpo humano. Divisiones sucesivas y perfectamente sincronizadas ocurren, y en poco tiempo surge un agrupamiento celular capaz de especializarse y con eso originar los más variados tejidos, órganos y sistemas.
¡Diez billones! Ese es el impresionante número estimado de células que forman nuestro cuerpo. Aun siendo un número más de mil veces superior al de los habitantes de la Tierra, lo que reina entre ellas es la armonía y la cooperación. No hay una más importante, o menos. No hay subordinación. Solo un sentido del deber que determina la conducta de cada una individualmente. Son todas uno. Todo lo que hacen es permitir la existencia y la manifestación del cuerpo. Son el propio cuerpo.
Y de esa forma, una célula única – que se entregó, se consumió, se dividió, y al hacerlo se multiplicó – transmitió generosamente todo el conocimiento que en ella estaba inscripto. Las que vinieron, al compartir los mismos principios, unidas, realizan lo que parece imposible.