¿Por qué Arte Marcial?
¿Por qué Arte Marcial?
Cuando pensamos en las artes marciales, la imagen de una lucha es la primera que se nos ocurre.
Sin embargo, es sabido que el concepto de arte marcial engloba un sistema completo de entrenamiento que va mucho más allá del combate puro y simple. Las enciclopedias y diccionarios ya incluyen, en sus definiciones, otro elemento muy importante: la filosofía. Sí, el arte marcial es un conjunto de técnicas y tradiciones de combate; sin embargo, lo que lo torna sustentable es que esas técnicas están aliadas a una filosofía propia. Cada arte marcial es heredero de una determinada tradición, formando un todo coherente en el cual las técnicas son moldeadas por conceptos filosóficos y también por rituales tradicionales, propios de la cultura de donde provienen.
Sumado a eso, también hay otro aspecto muy característico de las artes marciales: las categorías. Cada especialidad o lucha específica tiene sus niveles escalonados, de acuerdo con la evolución del practicante. De esa forma, se contempla tanto el progreso físico, por medio del entrenamiento de técnicas cada vez más avanzadas, como el progreso filosófico, no tan visible al lego. Sin duda, las técnicas de combate constituyen la faceta más evidente de las artes marciales, puesto que la eficiencia, o no, de los golpes, es algo fácil de observar. Sin embargo, uno de los aspectos que más atrae y llama la atención del lego, no es el combate en sí mismo, sino la disciplina que hay detrás del entrenamiento. La disciplina es exigida no solo para el entrenamiento físico, sino también para la práctica filosófica. Los aspectos filosóficos y los rituales tradicionales son los que hacen de un simple combate un arte marcial, y no la eficiencia de sus golpes.
La tradición milenaria oriental, que tanto atrae y encanta al hombre occidental, se da por medio de la transmisión de las enseñanzas a partir de la figura de un maestro. La infinita corriente maestro-discípulo se torna más fuerte cuanto más fieles sean a las enseñanzas.
De esa manera, la herencia se transforma en legado, no solo para el discípulo sino para la propia humanidad. El conocimiento preservado a través del ejercicio del Respeto es la gran marca de las artes marciales.
Al principio, con el vigor del cuerpo físico, el practicante pone énfasis solo en el entrenamiento físico. El maestro, entonces, acompañando su evolución, le da los elementos para que pueda avanzar según sus nuevas habilidades. Así pasa un largo tiempo. Para muchos practicantes de las artes marciales, durante un buen tiempo, todo se resume a las técnicas de ataque y de defensa y a su interminable perfeccionamiento. La tradición heredada por cada una de las artes define un estilo propio que contiene técnicas desarrolladas según la época y el lugar donde surgió. Todas se destacan por su eficiencia en el combate, su máximo cumplimiento con la tradición y también por la adaptación a la realidad en que será practicada. De esa forma se anhela la invencibilidad.
Con el tiempo y la conquista de la serenidad, el practicante comienza a vislumbrar otras posibilidades. Entonces, aspectos más sutiles se tornan más evidentes y el maestro puede colocar, en el momento oportuno, elementos para que se desarrolle no solo el cuerpo, sino también la mente y el espíritu. La presencia del maestro en la tradición marcial es de suma importancia, para que la tríada técnica-filosofía-espiritualidad se coloque de manera justa para cada uno. Y este es el conocimiento milenario que, oculto detrás de técnicas de combate, torna tan atrayente a las artes marciales.
Hoy en día ya se reconoce el gran beneficio de los ejercicios, prácticas y filosofía contenidos en las artes marciales. La búsqueda del verdadero significado de la vida sigue siendo algo que impulsa al ser humano. Desde hace miles y miles de años, grandes maestros de las artes marciales han afirmado que el trabajo del discípulo debe ser el de canalizar la energía interna por medio del entrenamiento y de la disciplina, unificando así mente, cuerpo y espíritu, teniendo como objetivo final la integración hombre-universo. El entrenamiento de las artes marciales, con el debido tiempo y dedicación, saca al practicante del antagonismo preliminar del combate cuerpo a cuerpo y lo lleva a una transformación de su propio ser.
La verdadera naturaleza de las artes marciales consiste, justamente, en ese cambio de enfoque: no se trata de vencer al oponente, sino de vencerse a sí mismo.