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Límites en juego

Límites en juego

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La humanidad muestra un impulso natural de ampliar sus límites. En la arena de la vida, siempre hay algo que parece estar en juego.

Desde la más remota antigüedad, los hombres se ponen a prueba cara a cara, o frente a la Naturaleza, en una lucha incesante. Al sentirse amenazado, el hombre ataca y se defiende: por el territorio, el alimento, los recursos, por la integridad física. El instinto de supervivencia se manifiesta. Y para sobrevivir fue necesario superar los límites. Muchas veces, los de sus supuestos enemigos, cuando no, los suyos propios.

Incluso cuando motivado únicamente por la necesidad de sobrevivir, la búsqueda de algo más siempre generó evolución. Ya sea en el  ámbito social, científico, espiritual o incluso en el cuerpo físico de los seres humanos.

A lo largo de las generaciones el hombre fue percibiendo la posibilidad de medir y superar sus límites físicos de una manera más suave, pero aun así, evolutiva. La misma necesidad de expansión continuó y fueron surgiendo distintas competencias deportivas y diferentes formas de juego.

En las competiciones, la superación y la búsqueda de algo más allá son fácilmente identificables. Como en la arena de la vida, donde están los adversarios y los récords a ser batidos. ¡Y laureles para los vencedores!

Se exalta a los vencedores y ellos mismos se convierten en una meta, en un límite, en alguien a ser superado. El ganador reconocido pasa a ser un estímulo para los demás. Un ejemplo a seguir. Un nivel deseado por todos.

En la aparente derrota de un resultado, siempre puede estar escondido algo a ser mejorado. Lo que estaba oculto sale a la luz. Y, al emerger, aparecen grandes oportunidades: corregirse, mejorarse.
Y, de repente, se puede invertir el punto de vista: la competencia pareciera ser una constante cooperación entre todos. Al competir se eleva el nivel de los competidores. Y si eleva a todos, ¿de qué lado está el vencedor? Desde esta perspectiva, pareciera que todos salen ganando.
Entonces, ¿lo importante es sólo competir o también ambicionar la victoria? La victoria es un gran estímulo. Es el objetivo. Todos pueden trabajar para alcanzarla.

Lo que tal vez no sea necesario sentirse derrotado por no haber obtenido el primer puesto. Con el objetivo de evolucionar, en este momento puede caber una evaluación: «¿Di todo lo que tenía, desde la preparación hasta cuando estuve en la arena?».

El que da todo lo que tiene puede considerarse un vencedor por haber aprovechado todo su conocimiento y sus virtudes. ¿No han sido suficientes para alcanzar el primer puesto? Qué bueno, ya tiene un ejemplo a seguir: el del primer puesto. Si lo desea, también podrá reconocer la virtud, el esfuerzo, la inteligencia, el coraje del vencedor. 

Para alcanzar el gran objetivo, el que obtuvo el primer puesto también fue impulsado por su supuesto rival para llegar al límite. O incluso ir más allá, ahora a la búsqueda de un nuevo horizonte, mayor. El supuesto oponente también tiene virtudes, y muchas. El vencedor, si quisiera, puede incluso agradecerle, merece un reconocimiento.

Una vez allí, el vencedor adquiere una responsabilidad que puede no ser la de mantenerse eternamente en lo más alto del pódium. Puede elegir enseñar a otros, dejar un legado, un camino a seguir. Ya no vivir más de glorias pasadas, hasta incluso un día descubrir el placer de ayudar a que otros también vivan los mismos momentos que él vivió.
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