Gaia
Gaia
“Lo que le ocurra a la tierra, recaerá sobre los hijos de la tierra. Hay una conexión en todo”,
declaró el jefe indígena Seattle sobre la propuesta de compra de la tierra de su tribu, hecha por el presidente de los Estados Unidos en 1854.
“… Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros… el hombre no teje la tela de la vida, es solo un hilo de esa tela…”
Más de cien años después, un científico propone una visión del planeta que comprueba las palabras del jefe indígena.
A finales de la década del 60, James Lovelock publicó un artículo en el que defiende la idea de que la Tierra es capaz de autorregular sus procesos químicos y su temperatura. Funcionaría como un sistema interconectado, un sistema cibernético de control, donde la vida, o biosfera, influye y es influenciada por la atmósfera, el agua, el suelo y parte de la corteza terrestre, regulando el clima a un nivel adecuado para su mantenimiento.
A esta visión de la vida en el planeta como un sistema único la llamó la Hipótesis de Gaia (más tarde, la Teoría de Gaia), en referencia al nombre que los antiguos griegos daban a la diosa Tierra, madre de todos los otros seres vivos.
Al ser publicada, la idea fue rechazada por la comunidad científica y rotulada como pseudociencia, principalmente por la afirmación de que la Tierra es un superorganismo vivo y por admitir que los seres evolucionan independientemente de su ambiente, lo que aparentemente contraría la teoría darwiniana de la selección natural.
Hoy es cierto que los organismos evolucionan por medio de la selección natural darwiniana en un ambiente que es producto de sus ancestros, y no simplemente una consecuencia histórica geológica de la Tierra. No se adaptan al mundo estático, sino a un mundo dinámico construido por los propios organismos, en un sistema autorregulado. Evolucionan independientemente de su ambiente, pero forman parte de un todo mayor que incluye el ambiente físico y químico que alteran y que influye en ellos.
Muchos investigadores sostienen que esa autorregulación solo es posible por la perfecta colaboración entre los elementos del sistema, siendo, la selección natural, una especie de red de protección, en el sentido de mejorar las especies para que actúen de forma armónica. Cuanto mayor es la complejidad de un sistema, más necesario es el trabajo colaborativo.
Así como en la naturaleza, nuestro cuerpo también funciona en un sistema colaborativo. Cada célula tiene en sí el potencial de producir todos los tejidos, pero obedece a una programación, ejerciendo una pequeña parte de su potencial. Cada célula y órgano ejercen armónicamente su función, con el objetivo de mantener el equilibrio en todo el cuerpo.
Cuando una célula comienza a comportarse fuera de su programación, al multiplicarse, da origen a un grupo de células que empiezan a trabajar de una manera completamente independiente de las necesidades del organismo y comprometen de tal forma la armonía del cuerpo damos el nombre de cáncer.
Este es un claro ejemplo de cómo una conducta que no tiene en cuenta la necesidad del conjunto, característica del egoísmo, puede comprometer la armonía, la salud y la propia supervivencia de un sistema. Esto nos lleva a la constatación de cuánto el egoísmo puede ser destructivo, transformándose en una anomalía en la naturaleza.
Durante mucho tiempo, el hombre occidental se vio a sí mismo apartado de la naturaleza, muchas veces como un mero observador. La ciencia ha demostrado lo contrario, como la física cuántica, al comprobar que el electrón puede comportarse como una partícula o como una onda, dependiendo del observador.
Hoy también es innegable la influencia que los seres vivos – principalmente los humanos – tienen sobre el planeta, su destino o incluso su supervivencia.
Al final, las palabras del Jefe Seattle son más actuales que nunca:
“…Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros…”.
Así como la milenaria frase atribuida a Hermes Trismegisto:
“… lo que está adentro es como lo que está afuera…”
Referencias Bibliográficas:
Carta del Jefe Seattle al presidente de los Estados Unidos de América, 1854.
Cibernética, Portal San Francisco, noviembre de 2015.
Leão, I.Z.C.C, Maia, M.M – A Teoria de Gaia, Revista Economia & Tecnologia, Ano 06, Vol. 21, abril/junho de 2010.
Nunes Neto, N.F., Lima-Tavares, M. El-Hani, C.N. Teoría de Gaia, de idea pseudocientífica a teoría respetable. https://www.ecodebate.com.br
Antonio Donato Nobre, en la palestra del evento Biosfera, realizada por el Ciclo de Estudios Salvajes, Rio de Janeiro, noviembre de 2019.
Tabla de Esmeralda.