En lo previsible, la mirada hacia lo imprevisible
En lo previsible, la mirada hacia lo imprevisible
La pila en el mejor y viejo reloj sobre el estante de la sala se agotó, y el tiempo ya no era más contado. La familia de aquella casa también hizo una pausa en la correría del día a día, al fin de cuentas era fin de año, época de vacaciones, ¿para qué mirar el reloj? La agenda estuvo dirigida a otros objetivos. Pero, aun sin que marcaran las agujas, el tiempo, implacable, siguió su curso, teniendo como testimonios al sol y a la luna. En sus idas y vueltas, poco a poco traían la rutina de vuelta. Llegó la última semana de vacaciones, los últimos días, las últimas horas… y entonces estaba la familia de vuelta en el hogar. De vuelta también estaban los compromisos. En casa, la ropa para lavar; en el trabajo, las decisiones por tomar… El año era nuevo y la rutina, la misma de siempre. ¿Pero qué es la rutina?
Según el diccionario, se trata de una práctica o un hábito constante, una secuencia de actividades, acontecimientos o etapas ocurridos o realizados siempre de la misma manera. Según el sentido común, significados como esos acostumbran a venir cargados con un sentimiento de pesar y la llamada “vuelta a la rutina” puede ser un punto de sufrimiento para muchas personas. Pero la propia etimología de la palabra puede conducirnos a otra forma de vivir el día a día. Rutina tiene origen en el idioma francés, routine, que significa camino. Una manera, entonces, de interpretar la rutina sería un camino ya conocido por el cual andamos constantemente. ¿Y qué hace, entonces, la diferencia al recorrerlo, ya que es siempre el mismo?
La neurociencia nos muestra que el cerebro es inteligente incluso en el momento de utilizar energía. Él solo es responsable por el consumo de cerca del 20% de la energía corporal, entonces, tiende a economizarla y, por eso, prioriza el comando de las acciones ya habituales, rutinarias, mientras que la absorción de un nuevo conocimiento demanda diferentes conexiones y circuitos neuronales, lo que consume más energía. Por eso, al andar por la misma calle, tal vez la persona esté en “modo automático” y la rutina sea el mero circular por aquel trayecto donde nada – a su simple mirada – cambia.
Pero la neurociencia también nos dice que, cuando la persona está motivada, el cerebro reconoce que hay una recompensa al desprender energía para realizar la acción y las neuronas forman nuevas sinapsis y “encienden” diferentes áreas cerebrales. El cerebro, entonces, absorbe y fija la nueva información y el aprendizaje sucede. Por lo tanto, al transitar por la misma calle, buscamos lo fuera de lo común o, incluso, tener un pensamiento fuera de lo común sobre algo que es común, el camino siempre tendrá algo diferente y la rutina pasa a configurarse como una oportunidad de aprendizaje.
Podemos tener entonces un entendimiento de que “salir de la rutina” está ligado al ángulo con el que percibimos nuestro día a día, y no exclusivamente al cambio en la secuencia de actividades y quehaceres. Es un desafío el buscar lo imprevisible dentro de lo previsible.
Realizar un viaje o cambiar horarios en la agenda pueden favorecer una observación más curiosa, atenta e incluso motivada sobre la vida, pero, aun así, la perspectiva depende de cada persona. Por eso, no importa si el viejo reloj volvió o no a dar la hora, si la familia está de viaje o si retornó al hogar, la mirada hacia lo nuevo puede suceder a cada instante, inclusive en aquella misma route de cada mañana.
Fuentes
https://dicionario.priberam.org/rotina (acceso el 26 de enero de 2024)
https://www.brainn.org.br/brainn-um-centro-de-pesquisas-sobre-o-cerebro/(acceso el 26 de enero de 2024)
https://escolaeducacao.com.br/seu-cerebro-gasta-20-da-energia-do-seu-corpo-entenda/ (acceso el 27 de enero de 2024)
https://www.terra.com.br/noticias/dino/especialista-explica-a-preguica-no-cerebro-e-mostra-como-e-possivel-elimina-la,472ce1543f2c8d29e7e2f458555c7a05gs65sveb.html?utm_source=clipboard
(acceso el 26 de enero de 2024)