¿El Sabor Alimenta?
¿El Sabor Alimenta?
Cinco sentidos, sabor, placer, emoción. Un conjunto sutilmente conectado e indudablemente constituido para cumplir con lo que está escrito en los instintos más primitivos de la humanidad: la supervivencia y el mantenimiento de la especie.
No necesitamos presentar a los cinco sentidos.
El sabor… Sabor no se confunde con el simple paladar. No es lo dulce, lo salado, lo agrio, lo amargo o lo umami, eso es gusto, paladar.
¿Qué es necesario para que el alimento tenga sabor y que el acto de comer no sea un simple devorar que sacia un apetito? ¿Qué hace que una secuencia de sonidos no sea mero ruido o una secuencia inexpresiva de notas sin música?
La vida misma puede tener sabor o ser insípida. Hasta los mismos hechos.
Ese sabor entonces es algo de otra naturaleza. Surge de la composición e interacción de las sensaciones que lo producen, pero está más allá de ellas, generando en nosotros sentimiento y emoción, un placer de otro orden. Diferente de lo generado por los simples sentidos.
¿No es el placer el que guía las elecciones humanas? Después de todo ¿quién elige lo que no le trae placer? La comparación entre los órdenes de placer define nuestras elecciones, define nuestra caminata cotidiana.
Lejos de merecer desprecio, la atención a los sentidos puede entonces abrir la puerta a ese sabor, esa cualidad que tiñe los hechos con su atmósfera peculiar, su estado particular.
El arte, la música, la literatura, la filosofía, todas cobran su real significado cuando captadas por la mirada, el olfato, el oído o el tacto. Es sobre los sentidos que se apoyan todas las artes, es por los sentidos que percibimos el mundo y todas las acciones humanas, y es a través de ellos que hablan más alto.
El arte sólo tiene significado cuando es disfrutado, cuando es saboreado. De la misma manera, la filosofía sólo adquiere su significado mayor cuando se convierte en acción.
Tal vez haya sido ese mismo mecanismo lo que arrancó al hombre de su estado primitivo, llevándolo a subir esa sutil y larga escalera que se eleva de la tierra al cielo. Quién sabe no sea ese circuito, mágico, ingenioso grupo de engranajes, lo que mueve al hombre hacia la perfección, en la búsqueda de algo cada vez mayor y mayor, hasta alcanzar lo más puro, lo más noble y lo más grandioso, la verdadera razón de su propia existencia.
Y ese es el sabor que nos alimenta.