¿Cuándo se entrena la mente?
¿Cuándo se entrena la mente?
Si una persona es artista, un escultor por ejemplo, ¿cuándo entrena el arte de esculpir? Cuando talla, desbasta, quita pedazos y pule un material hasta que adquiere la forma deseada; cuando elige las herramientas y prueba los materiales. Es allí que entrena la escultura.
Si la persona es un músico, también: es cuando él toca, cuando ensaya una nueva obra, o una antigua, cuando estudia la métrica y las escalas que entrena la música.
Y la mente, ¿cuándo se entrena la mente?
A propósito, entrenamos la escultura cuando practicamos aquello que la hace expresarse mejor. Entrenamos la música cuando practicamos aquello que hace que se exprese mejor. Entonces, la mente también: la entrenamos cuando practicamos aquello que la hace expresarse mejor.
Podríamos hablar de la paciencia, que nos permite mantener la claridad de pensamientos hasta en las situaciones más adversas; del equilibrio, que nos permite hallar la medida justa entre el ser y el tener; o de disciplina, que nos permite vencer los obstáculos del día a día y continuar en el camino que nos propusimos. Podríamos hablar de atención, que nos permite reconocer y clasificar lo que sucede, dentro de los parámetros que tenemos.
Pero, ¿qué sucede en la escultura o en la música? El escultor también requiere de paciencia para aceptar el tiempo que necesita pasar hasta perfeccionarse; de equilibrio en sus formas para crear una escultura armónica; de disciplina para entrenar y entrenar hasta alcanzar y mantener la perfección; necesita atención para asimilar mejor todo lo anterior.
¿Acaso hay algún área de la actividad humana que no se beneficie también de estos atributos?
Entonces, ¿cuándo se entrena la mente?
La mente se entrena mientras se entrena la escultura, la música, la matemática, la medicina, los deportes; se entrena cocinando, estudiando, en fin… en todo momento y en toda ocupación.
La mente es aquello que tenemos y que siempre llevamos con nosotros. Cualquier ocasión puede ser motivo y fuente de entrenamiento mental. Hasta quedarse en casa, en la internet, leyendo un texto online, o incluso lavando un vaso, si lo hacemos con la atención adecuada. En este sentido, la diferencia entre el filósofo y cualquier otra ocupación está justamente en la conciencia y en la disposición de estar entrenando la mente a cada instante. Así, él incorpora los elementos de perfeccionamiento que reconoce con mucha más rapidez que si estuviese en una actitud pasiva frente al mundo, y eso, a su vez, le permite reconocer nuevos elementos y ampliar los anteriores.
Y eso depende de cada uno. Puede nacer ahora, en todos nosotros, un entrenamiento sin fin en dirección a la perfección que va más allá de los sonidos armónicos del músico o de las formas armónicas del escultor. Una perfección interior, perfección de ser.
Buen entrenamiento para todos.