Al dar una fiesta
Al dar una fiesta
Cuando nos invaden sentimientos de felicidad; cuando estas sensaciones ocupan todos los espacios y comienzan a irradiar; cuando momentos importantes marcan un proceso, puede surgir la voluntad de dar una fiesta. Una conmemoración por la cual la alegría pueda ser compartida.
Desde el nacimiento del punto de felicidad hasta el momento de la fiesta, es necesaria la preparación para que, en cada detalle, esté impresa la marca, el motivo por el cual sucede aquella reunión.
Dónde recibir a los invitados, qué servir, la música para animar el ambiente, el canto de felicitaciones o el discurso de agradecimiento: todo es pensado y preparado para que cada uno de los presentes tome para sí un poquito del sentimiento celebrado allí.
Pero puede suceder que la fiesta sea mucho más que eso. Puede suceder que un gran número de personas se sientan felices e irradien alegría al mismo tiempo, tal vez por poseer ideas semejantes, siendo alegres por la simple razón de participar.
Para ellas, cada encuentro, en cualquier lugar y ocasión, se torna la propia celebración del sentimiento que une y todos se transforman, al mismo tiempo, en anfitriones e invitados.
Las personas que ya se sienten así y se colocan a disposición del objetivo que hace nacer el punto de la felicidad común… esas ya viven en esta fiesta, una fiesta con la duración de la eternidad.