A la espera de la estrella
A la espera de la estrella
Hace más de dos mil años, en el nacimiento de Jesús, Magos venidos de Oriente llegaron a adorar al Niño en una gruta de Belén de Judea, el lugar de su nacimiento. Los Magos trajeron regalos, cumpliendo un propósito que se remontaba a los tiempos de Adán.
El Evangelio de Mateo relata que los magos vinieron a adorar a Jesús porque habían visto una estrella en Oriente que indicaba el lugar de su nacimiento:
“Cuando vieron la estrella, se alegraron con gran júbilo. (…) Encontraron al niño con María, su madre, y, postrándose, lo adoraron; abrieron sus tesoros y le ofrecieron dádivas: oro, incienso y mirra” (Mateo 2:9-11).
Registros apócrifos sugieren que los Magos eran sacerdotes caldeos que durante milenios, de generación en generación, se habrían preparado para el cumplimiento de una profecía que anunciaba el nacimiento de un Mesías. La profecía se remontaría al período de Adán: se dice que Adán habría instruido a su tercer hijo, Set, así como a las generaciones siguientes, para guardar tesoros—oro, incienso y mirra—en un lugar seguro dentro de una cueva en la cima de una montaña, para que un día fueran llevados como regalo al tan esperado Mesías. El oro como símbolo de su reino, el incienso representando su naturaleza divina y la mirra, su sufrimiento.
Según la “profecía de la estrella”, citada en textos apócrifos, aparecería una estrella o una luz de brillo indescriptible que anunciaría a la descendencia de Adán el nacimiento de un Ser Divino:
“Sepan que, cuando esta luz (…), sin fin, brille sobre ustedes y aparezca como una estrella para que puedan verla: (…) con alegría, amor y cuidado, llevando con ustedes sus propios dones puros, que fueron colocados (…) en la Montaña de las Victorias por sus padres, diríjanse hacia donde Su luz, la estrella, los guíe.”
Registros apócrifos sugieren que los Magos eran sacerdotes caldeos que durante milenios, de generación en generación, se habrían preparado para el cumplimiento de una profecía que anunciaba el nacimiento de un Mesías. La profecía se remontaría al período de Adán: se dice que Adán habría instruido a su tercer hijo, Set, así como a las generaciones siguientes, para guardar tesoros—oro, incienso y mirra—en un lugar seguro dentro de una cueva en la cima de una montaña, para que un día fueran llevados como regalo al tan esperado Mesías. El oro como símbolo de su reino, el incienso representando su naturaleza divina y la mirra, su sufrimiento.
Según la “profecía de la estrella”, citada en textos apócrifos, aparecería una estrella o una luz de brillo indescriptible que anunciaría a la descendencia de Adán el nacimiento de un Ser Divino:
“Sepan que, cuando esta luz (…), sin fin, brille sobre ustedes y aparezca como una estrella para que puedan verla: (…) con alegría, amor y cuidado, llevando con ustedes sus propios dones puros, que fueron colocados (…) en la Montaña de las Victorias por sus padres, diríjanse hacia donde Su luz, la estrella, los guíe.”
Registros apócrifos sugieren que los Magos eran sacerdotes caldeos que durante milenios, de generación en generación, se habrían preparado para el cumplimiento de una profecía que anunciaba el nacimiento de un Mesías. La profecía se remontaría al período de Adán: se dice que Adán habría instruido a su tercer hijo, Set, así como a las generaciones siguientes, para guardar tesoros—oro, incienso y mirra—en un lugar seguro dentro de una cueva en la cima de una montaña, para que un día fueran llevados como regalo al tan esperado Mesías. El oro como símbolo de su reino, el incienso representando su naturaleza divina y la mirra, su sufrimiento.
Según la “profecía de la estrella”, citada en textos apócrifos, aparecería una estrella o una luz de brillo indescriptible que anunciaría a la descendencia de Adán el nacimiento de un Ser Divino:
“Sepan que, cuando esta luz (…), sin fin, brille sobre ustedes y aparezca como una estrella para que puedan verla: (…) con alegría, amor y cuidado, llevando con ustedes sus propios dones puros, que fueron colocados (…) en la Montaña de las Victorias por sus padres, diríjanse hacia donde Su luz, la estrella, los guíe.”
Por esta razón, cada mes, durante miles de años, los sacerdotes habrían visitado la Montaña de las Victorias, donde los regalos se habrían conservado de generación en generación. A través de visitas y oraciones silenciosas, se habrían preparado para la misión que en su momento fue encomendada a Adán.
Los textos apócrifos también narran que, antes del nacimiento de Jesús, una estrella de luz más intensa que el sol, apareció en la Montaña de las Victorias, cumpliendo la profecía. Esta estrella habría guiado a los Magos hasta Belén, mostrando el camino y protegiéndolos de dificultades durante el trayecto.
Después de un largo viaje a través del desierto, al llegar a la gruta, los Magos se arrodillaron a los pies del Niño, colocaron sus coronas a sus pies y le ofrecieron los regalos en reconocimiento a Su grandeza.
Miles de años después, se celebra en diferentes lugares del mundo el nacimiento de Aquel que dividió la historia entre antes y después de su llegada. Su paso por la Tierra dejó ejemplos que fueron testimoniados por discípulos, apóstoles y personas que cruzaron Su camino en diversas circunstancias y lugares.
Los Magos, guiados por la estrella que los orientaba, también habrían sido testigos de esta historia. Una historia que, con el nacimiento del Niño en una sencilla gruta en Belén, anunciaba un nuevo tiempo de esperanza para quienes estuvieran atentos a las señales de una nueva luz.
Fuentes:
Evangelio de Mateo
Landau, Brent. “Manuscritos Perdidos dos Reis Magos”. Editorial Matriz, 2013.