¿Éxito o fracaso?
¿Éxito o fracaso?
Cuando observamos a la gente que nos rodea, percibimos que existe un elemento muy común en sus búsquedas a lo largo de la vida: el éxito. Es fácil ver, en los más diversos medios, la valoración de individuos considerados “exitosos”, y hacia quienes se dirige la atención de las personas durante cierto tiempo.
Esta atracción por el éxito muchas veces parece ser un factor que mueve al ser humano, haciéndole emplear sus energías, dedicarse a la profesión, dirigir su trabajo y sus pasos.
Incluso hoy en día, es frecuente el surgimiento de nuevos modelos, técnicas, estándares “a seguir”, que se venden como caminos para alcanzar el éxito en las más diferentes áreas de actuación. Sin embargo, cabe una pregunta: si cada ser humano es único y tiene su propia forma de caminar y sus propios talentos, ¿será que seguir un patrón de conducta no podría incluso hacer que se aleje de lo que le es natural y que le puede generar una verdadera satisfacción?
¿Y qué sería el éxito? Un concepto tan presente en nuestro mundo, desde la antigüedad, que tal vez pueda tener un sentido que va más allá de las destacadas figuras de la sociedad que aparecen de vez en cuando. ¿El éxito es solo para algunos o podría ser para todos?
Al profundizar en la palabra éxito, vemos que está relacionada a la idea de “éxito, realización, punto de llegada”. Así pues, el éxito marcaría el punto de llegada a un objetivo más allá de él mismo.
Entonces, más que estar necesariamente relacionado a la fama, al status, el éxito puede expresarse por un sentimiento más profundo y posible para todos: el de la autorrealización, el placer de haber conquistado un objetivo, de haber subido un escalón más, poniendo hacia afuera un potencial individual.
Ciertamente es válido reconocer y admirar buenos ejemplos, buscar puntos de conocimiento manifestados por alguien. Pero ¿qué tan útil es medir el propio grado de éxito o definir para sí mismo un punto de llegada basado en lo que otro ha logrado?
Cuando miramos a la naturaleza, percibimos que el éxito del cerezo puede no ser igual al del manzano. Es más, ¿qué pasaría si los cerezos creyeran que el verdadero éxito está en producir manzanas? Probablemente jamás conoceríamos el sabor y la utilidad de las cerezas.
Sin embargo, tanto el manzano como el cerezo, al producir sus mejores frutos, servirán de ejemplo e incentivo para todos aquellos que también quieran sentir el placer de conquistar un objetivo, de manifestar el propio potencial en su trabajo, en su vida.
¿El éxito estaría entonces en dar frutos, en realizar algo?
Puede ser que sí, pero quizás no debería estar relacionado solo al momento específico de la realización, de lo contrario, estaría todavía limitado a un corto espacio de tiempo, sería aún efímero.
Seguimos, entonces, contemplando a la naturaleza y observamos que un árbol, en el curso de su trabajo, germina, crece, se desarrolla, experimenta en el transcurso de un año, las condiciones del verano, las adversidades del otoño y del invierno, para ver la llegada de la exuberancia de la primavera y el momento de la entrega de sus frutos. ¿Se limitaría, entonces, el éxito a la primavera de las flores y los frutos?
Más que eso: ¿habría fracaso en los momentos de otoño e invierno?
Bueno, sabemos que, si no fuera por el éxito de la germinación, del crecimiento de las raíces, del procesamiento de la luz del sol y de las sales de la tierra día tras día, de la resiliencia en las tormentas y en los períodos de inverno, ciertamente no serían posibles ni las flores ni los frutos.
Así, pasamos a darnos cuenta de que el placer y la gloria del éxito podrían no depender de factores externos, efímeros. Tal vez sea posible experimentar la sensación de ser exitoso en cada acto cotidiano, siempre que se tenga conciencia de la importancia de cada paso, siempre que cada acto se dirija al cumplimiento de lo que es la naturaleza, el potencial individual de cada uno.