29 de Mayo de 1981
29 de Mayo de 1981
Muy en el inicio de la civilización cultivaban el Yo Mayor, el Yo que sabe lo que es cierto y lo que es errado.
Es necesario Coraje para poner en práctica lo cierto. De lo contrario, el conflicto aparece.
Lo que no deja que la parte cierta, el Bien, se manifieste, es justamente la parte que constituye el yo menor, la carne.
Los hombres cultivaban mucho más el Yo Mayor. Las antiguas civilizaciones, incluso antes de Egipto, para quien tuvo la oportunidad de leer algo, cultivaban la mente, y, así, tenían la oportunidad de conocer, de descubrir el mundo en que habitaban.
El cambio fue paulatino. Comenzaron a cultivar el cuerpo. Una de las primeras fue la civilización griega. Pero algo quedó muy claro: el cultivo de la mente y de los aspectos filosóficos. En Grecia, florecieron los grandes filósofos que indicaron conductas que permanecen hasta los días de hoy. Fueron los que guardaron los conocimientos de las civilizaciones anteriores.
Aparecieron las disciplinas de desarrollo físico. Vinieron las olimpíadas: grupos de personas participaban de competencias. Mientras en la arena se realizaban luchas libres, expresión del desarrollo del cuerpo y de la fortaleza física, en otras ciudades de Grecia se realizaban reuniones filosóficas. Discutían conceptos y normas. Allí, el hombre que participaba de una discusión filosófica también estaba intentando, en cierta forma, la supremacía, el poder por el aspecto del desarrollo mental.
Sin embargo, el yo menor parece que venció, y los filósofos dejaron de ser oídos por los gobernantes de la época, antes protegidos por los sabios de las cortes que dictaban las normas, las leyes. Pasaron a ser protegidos, no más por el consejo de los sabios y filósofos, representantes del desarrollo mental, pero sí a ser defendidos por los ejércitos, que habían desarrollado los aspectos físicos del yo menor.
Entonces, el hombre pasó a cultivar los aspectos de defensa.
En la sociedad de hoy hubo una mezcla: el hombre, aprovechando todo el desarrollo mental, lo usa para construir armas. Hoy tenemos seres con tanto conocimiento, encerrados en un laboratorio, pero no para resolver algo o llegar a algo que sea expresión del Bien para la humanidad, sino para construir bombas que matan.
¡Dicen que tenemos que protegernos! Lógico, creo que tenemos que proteger lo que es bueno, con uñas y dientes. ¿Pero qué está defendiendo el hombre? ¿Salvaguardando qué? ¿Una sociedad perdida? ¿Una tierra contaminada por la polución? ¿Construir armas para qué? ¿Guardar qué? ¿Defensa de qué?
Las fuerzas mayores sabiendo eso y hasta previéndolo, dejan que todos pasen por la experiencia. En virtud de eso, resolvieron que la Tierra pasaría por otra fase. Como dijimos en el Curso Básico: la fase Psíquica, en la que el hombre volvería a cultivar la mente, descubrir el Universo en el que vive y todo lo que existe en torno a él. Desde hace unos años esto viene sucediendo.
Existen muchos grupos en el mundo entero, grupos que cultivan la mente para el entendimiento superior de todo. Nosotros somos uno de esos grupos. Puedo incluso decir: ¡cinturones negros! Nosotros estamos aquí haciendo eso, hasta que un día todos ustedes tengan confianza total en la fuerza mental, de tal forma que no se necesitarán más armas, porque los hombres tendrán una fuerza mucho mayor que la fuerza que puede ofrecer protección con una ametralladora. Pero para eso, necesitamos comenzar con pequeñas cosas, pequeños entrenamientos, hasta que un día, todos puedan ver el arma de protección del medio creada dentro de sí: la fuerza, la energía mental al servicio de la Paz.
Tenemos un vasto programa, muy intenso. Demora, es largo, pero es posible. Para los que quieran, mantendremos nuestras puertas abiertas para llegar allá.
También debemos decir que una especie de cosecha está siendo hecha, como tiene que ser, y que ya existe un privilegio, un mérito dentro de cada uno que, en el transcurso de los tiempos, ¡retiraron muchos velos! Son los que tienen el mérito de conseguir captar vibraciones un poco más sutiles ¡Esto es un privilegio! Por eso están aquí, atendiendo a nuestro llamado. “¡Quién tenga oídos que oiga!”.