Tiempo: ¿límite o recurso?
Tiempo: ¿límite o recurso?
“No tengo tiempo”.
“Estoy siempre apurado y nunca tengo un momento para mí”
“Hoy no tengo ni un segundo”
Muchas veces, las personas que corren detrás del tiempo están siempre cansadas, frustradas e insatisfechas. De hecho, se enfrentan a un constante “hacer” que no les proporciona alimento o satisfacción, un “hacer” que llena todo el tiempo hasta que se agoten sus energías.
Por otro lado, el que parece ser incansable, siempre activo y presente, es alguien que va más allá del simple “hacer”, es alguien que tiene en mente un resultado. Tiene un objetivo. El hacer, en este caso, se refiere a algo que es importante para él. El tiempo, entonces, es un recurso para el que va detrás de su objetivo. Este sabe dónde dirigir la atención, la energía.
Para saber si estamos corriendo detrás del tiempo y no damos espacio a lo que es importante para nosotros, tenemos un valioso sistema interno de mensajería representado por nuestras emociones, cuyo estudio ha sido, en los últimos treinta años, muy profundo y difundido entre el público, con la colaboración de autores como Daniel Goleman, Paul Ekman y Daniel Siegel.
El que sólo está ocupado en “hacer”, puede sentir un fuerte estrés, a menudo acompañado de tristeza y frustración, a punto tal de no tener siquiera el deseo de enfrentar el día.
Frente a una emoción desagradable, muchas veces las personas tienen por delante dos caminos para recorrer: alimentar la emoción viviéndola en forma pasiva, empezando a quejarse, alimentando el mismo estado, o entonces pueden considerarla como un mensaje, tal como la luz de un vehículo que se enciende indicando que hay algo en lo que debemos involucrarnos.
Entender el mensaje que carga en sí la emoción, puede cambiar la dirección. Un sentimiento de frustración puede ser usado como una avalancha para cambiar algo, en vez de vivir insatisfecho. Para tener éxito en esto, la clave es justamente el tiempo, porque es necesario parar, crear espacio para que entre una comprensión diferente y así cultivar pensamientos diferentes. Es necesario tiempo para que se pueda cosechar a partir de la siembra.
Todo esto crea un verdadero cambio dentro de nosotros. Aprendemos a administrar nuestro tiempo de acuerdo a nuestras verdaderas prioridades.
Hoy en día, el descubrimiento de la Neurociencia afianza el principio fundamental de la Neuroplasticidad de nuestro cerebro. Nuestra idea predominante alimenta la conexión entre nuestras neuronas, la sinapsis, de la que deriva el comportamiento repetitivo, por el mismo mecanismo por el cual se aprende a conducir un coche de forma automática, sin prestar atención a cada una de las etapas.
Por lo tanto, aferrándose a las emociones de frustración y tristeza, lamentándose continuamente, creando el hábito de quejarse, independientemente de los sucesos externos.
La neuroplasticidad, a su vez, sostiene que, si centramos nuestra atención de manera diferente, si cambiamos nuestro enfoque, el cerebro estará predispuesto a generar nuevas sinapsis y, con el tiempo, nuevos hábitos. Si tenemos un objetivo claro, la atención que le daremos creará nuevas sinapsis, nuevos comportamientos que, con el tiempo, nos acercarán al resultado que nos propusimos.
Y el tiempo, para nosotros, se volverá un recurso, las nuevas emociones que sentiremos nos darán sustento, como el combustible, y el objetivo será el motor que va a alimentar todo esto. Podemos abrir nuevos caminos. El tiempo estará a nuestra disposición. Lo que nos aprisionaba será nuestra fuente.
¿Vale la pena encontrar tiempo para esto?