El trabajo natural como movimiento constante
El trabajo natural como movimiento constante
Los primeros rayos de sol entran por la ventana. Los pajaritos allá afuera ya comienzan a cantar. Al abrir los ojos por la mañana, surge un pensamiento: ¿qué debo hacer hoy?
Comienza un nuevo día de trabajo, que luego se convierte en una semana, un mes, un año… Y en el andar del tiempo y el espacio, ¿qué se quiere? ¿Hacia dónde se camina?
El trabajo proporciona el sustento, el alimento, la condición para que cada uno pueda seguir manifestándose en este medio. ¿Pero será que el trabajo alimenta solamente el cuerpo o puede alimentar, al mismo tiempo, a ese elemento más profundo dentro de cada uno que busca sentir placer y felicidad?
¿Dónde estaría el placer en el trabajo? ¿En el movimiento en sí o en el movimiento dirigido a un objetivo? ¿En la plenitud de sentirse útil, en la alegría del aprendizaje diario?
¿Algo que se planea, que se construye? ¿Algo que se crea, algo que se experimenta? ¿Idealizar, realizar, crecer?
Y en ese trabajo, como parte de un movimiento natural, también se pueden presentar desafíos, turbulencias. Nace entonces otra oportunidad de mejorar un punto adentro, de lapidarse, de desarrollar una nueva habilidad, de ampliar las posibilidades… Tal vez, incluso, sea esa la razón del trabajo: generar movimiento y energía para ayudar a cada uno a subir un nuevo escalón en ese camino de la evolución.
Cada día la oportunidad de seguir adelante, de atender una necesidad, de dejar su contribución; y, así, en cada manifestación, reconocer un poco más eso que solo usted tiene para ofrecer y que forma parte de su propia naturaleza, tal como los pájaros al cantar y los naturales rayos de sol para iluminar y calentar.