Juana de Arco: una vida breve, virtuosa y de coraje
Juana de Arco: una vida breve, virtuosa y de coraje
“Oh Juana, sin sepulcro y sin retrato, tu sabías que la tumba de los héroes es el corazón de los vivos”
André Malraux
Quienes nos inspiran, a menudo son personas sencillas que tocan nuestro corazón, realizando hechos inusuales. A través de ellos, sentimos que lo extraordinario es posible. Juana de Arco fue un ejemplo: una heroína improbable que nos inspira hasta hoy.
Según la historiadora Helen Castor (2021, p. 19), “Su luz es más brillante que cualquier otra figura de su tiempo y espacio. Su historia es singular y, al mismo tiempo, de alcance universal”
Santa, patrona de Francia y heroína, es uno de los mayores ejemplos de conducta y de coraje en toda la historia. Pero como mujer, joven y analfabeta, ¿ha logrado ser reconocida incluso en su propia época?
En 1412, Europa vivía los tiempos sombríos de la Inquisición. Francia era un reino dividido, en plena Guerra de los 100 años y con un extenso territorio dominado por Inglaterra.
Pues fue en ese año que nació Juana de Arco, en Domrémy, una pequeña ciudad francesa. Sus amigas de la infancia decían que “Juana era una joven buena, sencilla y amable. Iba frecuentemente a la iglesia y a los lugares sagrados”. (Pernoud, 1996, p.14).
A los 13 años comenzó a escuchar voces, inicialmente del arcángel San Miguel y después de Santa Catalina de Alejandría y de Santa Margarita de Antioquía. “En primer lugar, me dijo que yo era una buena chica y que Dios me ayudaría. Entre otras cosas, me dijo que viniera en ayuda del rey de Francia…” (Pernaud, 1996, p.22).
A los 16 años, Juana salió de casa y fue a un fuerte en Vancouleurs, a decir a su comandante, Robert de Baudricourt, que debería ser llevada ante del Delfín (heredero del trono francés) para ayudarlo a recuperar el trono de Francia. En su primer encuentro, Robert pidió que la enviasen de regreso a casa para que sus padres le dieran unos buenos azotes. Recién en el tercer encuentro, casi un año después, el comandante Robert decidió enviarla al encuentro del Delfín Carlos VII. Para entonces, Juana ya había obtenido el apoyo de la población y su escolta se formó espontáneamente.
En solo 11 días, Juana y la pequeña comitiva recorrieron unos 600 kilómetros en un territorio dominado por los ingleses. Llegando a Chinon, Carlos VII trató de engañarla, haciendo parecer que otra persona era el Delfín, pero Juana lo reconoció de inmediato. Ella lo impresionó aún más en un encuentro privado, cuando le dijo cosas que, según él, solo Dios podía saber.
Aun así, fue llevada a Poitiers para ser examinada por curas y profesores de la Universidad de París. Sus conclusiones fueron: “en ella no hay nada malo, solamente bondad, humildad, virginidad, devoción, integridad, sencillez” (Pernoud, 1996, p.50).
Juana se refería a sí misma como “Juana, la Doncella” (Pucelle), un título con un profundo significado de pureza. Por esa razón, en Poiteirs, también fue sometida al examen de virginidad.
Después de su evaluación, el Delfín puso a disposición una tropa para que ella comandase la liberación de Orleans, que estaba bajo asedio inglés.
“Yo tomaba en mis manos el estandarte cuando íbamos a atacar para que yo no matara a nadie. Jamás maté a nadie” (Pernoud, 1996, p. 56). Juana también decía que le gustaba mucho más “su estandarte que su espada”.
El estandarte tenía la figura de nuestro Señor sentado en las nubes, con dos ángeles a su lado. Era blanco, con lirios y tenía escritos los nombres de Jesús y María.
Para asombro de todos, en menos de 4 meses, Juana liberó a Orleans, venció en todas las batallas y llevó al Delfín Carlos VII hasta Reims para ser coronado, algo impensable sin su participación. La coronación de Carlos VII, el 17 de julio de 1429, cambió la historia de Francia y Juana fue la responsable de provocar el fin de la Guerra de los 100 años, que ocurrió pocos años después.
Por donde pasó, Juana impactó a todos por su devoción, pureza y coraje. Según el escudero Gobert Thibault: “Juana era una buena cristiana; le gustaba ir a misa todos los días y comulgaba frecuentemente. Se irritaba bastante cuando escuchaba a alguien blasfemar (…) en la tropa, estaba siempre con los soldados, y he oído decir de los más cercanos a ella, que jamás la habían deseado físicamente» (Pernoud, 1996, p. 58).
Como demostración de la fuerza de su presencia, ya en su primera batalla, “Vinieron a recibirla guerreros, burgueses y burguesas de Orleans, portando un gran número de antorchas y demostrando tanta alegría como si hubieran visto a Dios descender entre ellos (…) Ellos, sin embargo, ya se sentían bastante reconfortados y como que liberados por la gracia divina que se decía estar en aquella sencilla doncella que hombres, mujeres y niños contemplaban muy afectuosamente; era una multitud maravillosa, comprimida para tocarla…” (Pernoud, 1996, p. 64).
Después que el Delfín fue coronado rey, Juana perdió el apoyo que tenía hasta entonces. Como resultado, en mayo de 1430, fue capturada por los franceses aliados de Inglaterra y vendida a los ingleses. Estuvo prisionera durante 10 meses sin que nadie intentara rescatarla.
Juana tuvo un juicio que duró cuatro meses. No se encontró nada que la incriminara y se portó con altivez durante todo el proceso. Finalmente, ante la absoluta falta de pruebas, Juana fue condenada por herejía por llevar ropas masculinas, que ella justificó como defensa contra el posible acoso de los carceleros.
El 30 de mayo de 1431, a los 19 años, Juana de Arco fue quemada en la plaza pública y sus cenizas fueron arrojadas al río Sena.
El juicio de rehabilitación comenzó 18 años después, con entrevistas a 115 testigos aún vivos incluyendo nobles, religiosos y soldados.
En 1920, casi 500 años después, fue canonizada sin la necesidad de un solo milagro. Los fundamentos de su canonización fueron: la solidez de su piedad, la prudencia de sus juicios, su porte virginal, la limpidez de amor a la patria, la docilidad a las voces que le llegaban de lo Alto y la sumisión a Dios en cuya presencia vivía en su día a día.
Su liderazgo moral era evidente, así como su coraje o, en latín, coraticum (cor + – aticum): la asociación entre la palabra cor (corazón) y el sufijo aticum, que se usa para indicar la acción de la palabra que lo precede.
El Coraje es una de las cuatro Virtudes Cardinales de la excelencia humana definidas por Platón: Prudencia (sabiduría), Justicia, Temperancia y Fortaleza (coraje y fuerza). Para él, el corazón es la sede de las emociones y coraje significa la acción del corazón. Juana de Arco representó el coraje como nadie.
Referencias
Castor, Helen. Joana d´Arc: a surpreendente história da heroína que comandou o exército francês. Editora Gutenberg, 2021.
Pernoud, Regine. Joana D´Arc: a mulher forte. Paulinas, 1996.
https://artrianon.com/2019/05/30/obra-de-arte-da-semana-joana-darc-de-albert-lynch/ acceso el 27/10/2022.