La bola
La bola
“Atrás de una bola siempre viene un niño”. Una máxima de tránsito que predica una verdad limitada, pero real y útil.
¿No estaría la bola acompañándonos antes del nacimiento, mucho antes del niño que se pone en riesgo ante el encanto del rebote de su juguete?
Al acercarnos a la reflexión es posible ofrecer una afirmación como respuesta a la pregunta.
Sí, la pelota se presenta al individuo desde siempre. En la más pequeña partícula, en el interior de la célula de un óvulo que flanqueado de semen origina el cigoto, forma la primera bola constitutiva del ser, que se multiplica generando vida, sumándose a la vida de otras vidas, en una casi circunferencia de procesos y acontecimientos hasta convertirse en un grano de polvo, en una nueva partícula esférica, después de la muerte.
La bola, irresistible forma redondeada, llega al plano terrestre en el comienzo de la concepción, osando imitar al Astro Rey, que calienta el día, o al satélite lunar, que ilumina la noche, o incluso a la propia Bola Azul, que pavimenta el piso de su aterrizaje y que rueda por la eternidad entre tantas otras bolas planetarias, en un éter compuesto de gases, polvo y estrellas.
Un círculo con base en un punto interno que se expande en una dimensión definida por un mismo radio, unión de puntos sólidos, líquidos o gaseosos que en su interior puede estar llena de aire, piedra, caucho, luz, agua… o lo que se quiera, siempre para satisfacer una intención humana en el planeta.
Intención variada dada las diferencias de los seres, que ha sido utilizada como instrumento de guerra (la bola de fuego lanzada en los combates) o para animar galeras, uniendo a los pueblos a través del deporte. Entre estos ejemplos, hasta simplistas, la bola actúa en movimiento para circular en el tiempo, incluso en la frontera de marcación de las agujas de un reloj.
Es cierto que irán surgiendo posibilidades en la mente de quien lee estas líneas rectas, dado que la creatividad es como un disco esférico de recuerdos que rodean la mente humana. Y en esa espiral sin fin de ideas será curioso observar el afecto nada casual por esa bola tan querida.
Siéntase libre para dar sus disparos de gol en este tema. Después de todo, la bola es nuestra compañera de vida y estamos en medio de un Campeonato Mundial y salpicando de bolas nuestros Árboles de Navidad.
Pero, como en un aro intencional, volvemos al comienzo: “Atrás de una bola siempre viene un niño”. Este pequeñito ser que, con atención, respeto y cuidado impregnará, en la curva de su retina, todas las emociones necesarias para ser cada día mejor y hacer girar esa alegría a los confines del mundo, en ondas de perfecta armonía. Un arco de vida que invita al cambio y a la renovación, ¡pues siempre es hora de un buen impulso, de un hermoso y brillante juego!