Tradiciones de Fiesta
Tradiciones de Fiesta
En el transcurso de los días, las fechas se suceden y se rescatan, una a una, año a año, las tradiciones conmemorativas manteniendo el universo mental, especialmente las infantiles, llenas de buenos momentos.
Muchas de estas tradiciones, por cierto, tienen origen en una impronta formadora del carácter, como un esfuerzo adicional de los padres para sembrar en sus hijos la buena conducta. Conducta de hecho captada principalmente por el ejemplo constante mostrado a los pequeños.
Sin embargo, durante siglos, el imaginario colectivo creó personajes míticos para castigar a los niños que quizás se hayan excedido en sus travesuras a lo largo del año. Como ejemplo de estos entes “malvados” diseminados en las diversas culturas, tenemos a Befana, Krampus y Pére Fouettard, cuyo amenazador castigo tiene por objetivo recuperar el buen comportamiento de los niños, en la búsqueda de garantizar sus tan esperados regados, ya sea en la época de Navidad o en el Día de Reyes.
Actúan casi como opuestos a la figura del buen anciano, basado en San Nicolás (St. Nicholas en inglés), considerado por la iglesia como el protector de los niños, que se multiplica entre los pueblos con nombres variados, como Santa Claus (Estados Unidos), Peré Noël (Francia), Babbo Natale (Italia), Kris Kringle o Christkind (Alemania y Austria), Sinterklaas (Holanda), Ded Moroz (Rusia), Olentzero (País Vasco), Papai Natal (Portugal), Papá Noel (Brasil) y cuantos más puede haber dado la creatividad humana. Altos, delgados, regordetes, vestidos de azul o rojo y, en su mayoría, hombres ancianos poseedores de largas barbas blancas. Todos llevan regalos para ofrecer en el silencio de la noche del 25 de diciembre en ambos hemisferios.
Curiosamente, al observar desde el punto de vista de los hemisferios, las festividades y sus respectivos personajes, puestas en el transcurso del año, están basadas en los solsticios de invierno y verano y en los equinoccios de otoño y primavera. Fiestas inicialmente paganas que, al ser incorporadas por la iglesia, tenían el objetivo de atraer al pueblo a la religión, aumentando la formación de fieles.
La belleza contenida en estas antiguas costumbres, además de la intención de educar, está en el acto de dar, trayendo alegría a aquellos a quienes se regala. Costumbre que se extiende a la vida adulta, ofreciendo felicidad también a quien regala.
Sin embargo, muchos pueblos, en especial los pueblos europeos, intercambian regalos en la Epifanía del 6 de enero, para seguir lo hecho por los Reyes Magos, que atravesaron cielo y tierra para ofrecer la Niño Jesús lo sublime: incienso, oro y mirra, cuya simbología impregna reflexiones en la humanidad en cada ciclo terrestre.
Algo interesante para ser aclarado se basa en la creencia de que la bruja que entrega pequeñas brasas a los niños maleducados, la Befana, es la base de la palabra epifanía. Sin embargo, se trata de otra transmisión oral que busca explicaciones simples para el público infantil. En realidad, el término se originó en la palabra griega epiphanéia que, al ser traducida, da la idea literal de aparición o manifestación, acorde a la búsqueda de los conocidos reyes magos.
Algunas otras prácticas que circundan el mundo hace siglos, se basan en el compartir buenos sabores en la búsqueda de prosperidad. Son las Galettes des rois (panes que desde la Roma de la Edad Media son apreciados en forma de guirnalda y con un regalo en su interior), la Torta de Reyes francesa (conteniendo un regalo a ser descubierto por un futuro feliz afortunado o el antiguo hábito portugués de repartir y comer granadas en familia, cuyas semillas se depositan en la billetera para “garantizar la buena fortuna”.
Consciente, o aun no tanto, el hombre sigue costumbres en búsqueda de la felicidad.
Las tradiciones festivas de la época en que vivimos – entre la Navidad y el Día de Reyes – ponen en el corazón de la sociedad, desde los más inocentes pequeños, la idea pura de sembrar el bien y la alegría, depositando a “cuenta gotas” en la vida exterior, el ideal cristiano de amor al prójimo.
En realidad, son fechas trascendentes que contribuyen a quitar el velo de la mente, recordando un importante dictamen a quienes así lo deseen: al aprender a recibir nos podemos lapidar y, sobre todo, aprender a donar.